TODOS SOMOS BOND: vivimos y dejamos morir. Ian Fleming, en su novela de 1954 en su novela de 1954, «Vive y deja morir», hizo un juego de palabras basado en la expresión «Vive y deja vivir».
Este proverbio holandés aparecía en el capítulo dedicado a las manufacturas de la Lex Mercatoria que el comerciante Gerard Malynes publicaba en 1622.
Malynes utilizaba ese proverbio holandés para criticar la usura y reivindicar un precio justo que los productores artesanos debían recibir de los comerciantes.
No a mucho tardar, cincuenta y seis años después, acabaría incluido en el capítulo escocés del libro de proverbios ingleses de John Ray.
Aquella frase debió de calar hondo en las islas pues siglos después, William James, la calificaba como una doctrina nacional ancestral para los británicos en sus «Charlas a profesores sobre psicología y a estudiantes sobre algunos ideales de vida» de 1911.
Pronto acabaría también por dar nombre a los comportamientos espontáneos de no agresión y cooperación vistos en la Primera Guerra Mundial. Unas treguas no oficiales donde las tropas del frente llegaron a celebrar conjuntamente la Navidad jugando, incluso, al fútbol.
En el videoclip de su inspiradora canción «Pipes of Peace», Paul McCartney recreaba aquel «Christmas truce» de 1914. Bonitos gestos que por desgracia son más la excepción que la regla pues parece que las personas humanas no sabemos dejar vivir; quizá porque tampoco sepamos vivir. Llevamos mal esas relaciones basadas en la necesidad, como decía Krishnamurti: ¿de veras dejamos vivir mientras vivimos?
Se acabó lo que se daba
La diversidad animal del planeta mengua. Las variedades vegetales que nos rodean y las que utilizamos se reducen por la presión de una explotación agrícola conveniente y orientada a rendimientos masivos y rentables: los agrosistemas.
El espectro de colores que percibimos en nuestro entorno también se viene apagando, desde el siglo XIX, bajo la homogeneización de una producción masiva y el diseño industrial. Nos agrisamos como en el «Momo» de Michael Ende y en la canción de los neorrománticos Visage.
La atención, escasa, que prestamos ha cambiado también la manera en que se escriben libros y artículos. Nuevas reglas de conveniencia y legibilidad te corrigen desde las aplicaciones.
«¿Escribes para gente mayor?», me pregunta el WordPress. Escribo para quienes se complacen en leer; en repasar lo que conocen y en descubrir lo que no. Muchos de mis textos no pasan con nota el test de legibilidad de Flesch-Kinkaid.
Nota mental: hacer otro post sobre cómo puntuaría en ese test sobre comprensión lectora una frase tan corta y sencilla como «¿Cuál es el sonido de una sola mano que aplaude?».
También, los dispositivos en que escuchamos la música hace que la diversidad musical y de las subculturas que la producen se estreche. Así como se estrecha su rango dinámico: cada vez es más raro encontrar cambios de timbre, intensidad y ritmo en una misma canción que, además, tiende a hacerse más corta y decir menos.
Y la IA compila sobre lo mainstream, no sobre lo ‘de culto’.
Somos lo que no somos
Aquello que domesticamos o producimos pasa a domesticarnos y producirnos en una nueva iteración como especie. Estamos en un círculo vicioso donde se determinan nuestros modos y preferencias excluyendo el resto de opciones, estímulos, especies. Somos lo que comemos, somos lo que leemos…
Nos homogeneizamos sin darnos cuenta mientras nos resistimos a globalizarnos. Y, curiosamente cuanto más nos aferramos a segmentarnos en nacionalismos, afinidades posturales y referentes identitarios, se nos escapa la diversidad que nos envuelve y precede, y menos riqueza biológica y cultural estamos legando.
Vamos por la vida demasiado agitados, pero no tan batidos como para darnos por vencidos y cejar en el empeño de pretender no ser lo que somos en el fondo: unos seres vivos más.
Como decía James Bond y cantaba, también, Paul McCartney, vivimos y dejamos morir. Matamos por omisión aquello que siempre dio sentido y futuro a nuestra existencia.
Pero la solución es igual de simple: Vivir e invitar a vivir. Basta con abrirnos cada cual al mundo para descubrir, proteger y compartir.
P.S.: En nuestra playlist, Visage, dos hits de Paul McCartney y un tema reciente de Peter Gabriel.