Hoy, no mañana
Hoy, en symp, estamos por no dejar nada para mañana.

El martes pasado tratábamos de cómo un día puede marcar la diferencia. Y hoy comenzamos viendo cómo esa diferencia también la marca el cómo (te) dices las cosas.

Mover una coma cuatro caracteres hacia atrás cambia totalmente el sentido de aquel “Hoy no, mañana”* de José Mota: de procrastinar a arremangarse y trabajar.

Pero volvamos a esa isla de la cita de hoy. La tierra del «Some-day-I’ll» que menciona Roger von Oech en la carta #49 de su baraja de estrategias creativas y cuya referencia solo encontrarás en la versión digital del «Creative Whack Pack».

En las arenas de la extensa playa que rodea esa isla asoman botellas y más botellas de reluciente cristal. Cada una guarda, enrollado, un proyecto. Un mensaje que hemos enviado a nuestro yo de mañana y que está aún por responder.

Vemos sus destellos, a lo lejos, mientras navegamos en un mar de ocupaciones cuyas corrientes y resaca nos mantienen alejados de la orilla.

Pero esa isla que nos espera es mágica y está llena de tesoros. Y si arribas con el compromiso firme de hacer, más que de intentar, que el proyecto que tienes pensado se lleve a término, pase lo que pase, salga como salga, algo sucederá.

Es como aquella «Fantasy Island» de la serie de TV. Seguramente no encontrarás ni al misterioso Sr. Roarke ni al simpático Tattoo para ayudarte a cumplir tu propósito, pero, si te vale, en symp podemos acompañarte todo el camino: de la definición a la ejecución.

Por tanto, ya que te vas a poner, mejor, ponte hoy que mañana, que de buenas intenciones y propósitos por cumplir hay, más que islas, archipiélagos llenos. Incluso canciones, como ilustra la banda sonora de hoy, que dedicamos a Wendy & Lisa y su canción de 1989 «Someday I».

Bon voyage!

(*) Este meme, estandarte humorístico de la procrastinación, cuenta Alfred López –autor del libro «Ya está el listo que lo sabe todo»–, que proviene de la locución latina el siglo I a.C. ‘Cras credo, hodie nihil’ (‘Mañana fío, hoy no’).  Esta se debe, parece, al autor romano Marco Terencio Varrón, la tercera gran luz romana, tras Cicerón y Virgilio, según decía Petrarca.

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