DEDICADO A EVA que no está en LinkedIn ni otras redes sociales pues ni tiene edad ni falta que le haría. Ya sabe ella cómo actuar y hacer red. Justo como lo hace en su clase de primaria, en su bloque y en su barrio. Con un propósito concreto: mejorar el mundo empezando por donde está, con lo que tiene y como puede.
Eva es consciente de manera innata de esas cuatro verdades que a veces se nos olvidan; cuando no es que no se nos alcanzan.
- La primera, que el mundo no es nuestro: Lo tenemos prestado, en usufructo compartido con más personas (más de ocho mil millones) y, además de la especie humana, otras muchas, muchas, pero muchas especies; alrededor de dos millones de tipos diferentes de seres vivos.
- La segunda que es nuestro derecho recibirlo y nuestro deber entregarlo igual o mejor de lo que estaba.
- La tercera que son nuestros actos, y no nuestros dones, ni nuestras pretensiones o nuestras posesiones, lo que de veras cuenta y nos define. Así actuamos, así nos va y nos irá.
- Y la cuarta que con el ejemplo que das hoy, como individuo, estás plantando la semilla del comportamiento colectivo de mañana.
Esto se resume en la apelación latina que aparece grabada en una viga de la herrería de Balian, el cruzado protagonista de «El Reino de los Cielos»:
Nemo vir est qui mundum non reddat meliorem
(Qué hombre es aquel que no quiere mejorar el mundo)
William Monahan
Aquí la hemos traducido libremente para apelar más a la ética personal que al género. El contexto medieval de la película explica el uso que en su día hizo el guionista William Monahan del término ‘vir’ (hombre) en su sentido literal de género masculino, hoy excluyente.
Si la película se hubiera rodado ahora, veinte años después, quizá la cita hubiera sustituido ‘vir’ por el término más genérico de ‘homo’: «Nemo homo est qui mundum non reddat meliorem».
De individuos a dividuos
En el cómic «Watchmen» el todopoderoso Doctor Manhattan es desintegrado por Ozymandias para quitarlo del medio. Manhattan es la única fuerza capaz de enfrentar la amenaza que destruirá una parte del mundo a cambio de una supuesta toma de conciencia y unificación de los seres humanos ante una amenaza ‘exterior’.
Me gusta ver en esta confrontación un símbolo entre el poder de la universalidad humana y el de los intereses del mercado. No es casual que Ozymandias sea un hombre de negocios que vende también su imagen de superhéroe licenciando sus «muñecos articulados Ozymandias».
Nuestro sometimiento como individuos/consumidores a la facetación en perfiles segmentados de usuario promovidos tanto el capitalismo anti-universalista como las redes sociales pro-tribales nos está también disgregando identitariamente.
Uno de los efectos rebote es el abandono del embudo de conversión secuencial en favor de los mapas de influencia, más holísticos.
De individuos, indivisibles e integros, nos convertimos en ‘dividuos’: seres divididos, considerados según aspectos que cambian a cada interacción con el mercado y sus plataformas. Interacciones que muchas veces son simultáneas, aunque la atención no lo sea.
Vistas las personas como estos conjuntos de datos que somos, para un observador no analítico seríamos parecidos al camuflaje cambiante que lleva Keanu Reeves el protagonista de «A Scanner Darkly». Personas indefinidas e indefinibles.
Para el filósofo Franco ‘Bifo’ Berardi la aceleración consumista nos ha mutado conectivamente. Ha desplazando nuestras subjetividades desde las identidades tradicionales hacia un ‘yo disuelto’ maleable y mutante, cuyo valor principal para el capitalismo es esa fragmentación alternativa a nuestro propio ser. Una fragmentación a la que puede sacar más provecho, independientemente de las consecuencias.
Hablando en plata, que solo interesamos al capital así nos comportemos comercialmente.
Ceguera ¿típicamente masculina?
Otro síntoma de esta fragmentación es que, paradójicamente, la humanidad es cada vez más ‘masculina’ y menos ‘femenina’.
Todos, hombres y mujeres, nos desconectamos internamente y nos compartimentamos según nos relacionamos con cada cosa, persona o situación. Hay una conferencia muy divertida de Mark Gungor, «La Historia de Dos Cerebros» , donde se compara el cerebro femenino, súpercableado e hiperinterconectado, con el masculino hecho de cajas estancas que no se tocan nunca entre sí.
Esa manera de pensar compartimentada, cortoplacista, utilitaria, poco holística y menos filosófica está, por ejemplo, detrás del apagón o ‘cero eléctrico’ que hemos sufrido esta semana, donde intereses políticos, corporativos y comerciales no han visto volver el bumerang que lanzaron hace años para cazar dividendos. Resultado: un mundo infeliz.
Leía la acertada respuesta que, en Quora, Myshko Evyn daba a la pregunta «¿Por qué no todos intentan hacer del mundo un lugar mejor?». Respondía que:
«Todo el mundo lo hace, sólo que algunos intentan hacer del mundo un lugar mejor para todos, mientras que otros intentan hacer del mundo un lugar mejor para sí mismos.»
Myshko Evyn en Quora
Cantaban los Ten Years After en 1971: «El mundo me gustaría cambiar / pero no sé cómo empezar / así que a ti te va a tocar». Medio siglo después estamos en las mismas: pasando el relevo y eludiendo la responsabilidad.
Esperemos que la influencia de Eva y de sus afines crezca y se extienda entre las futuras generaciones. Porque ya no contaremos con la ayuda de Klaatu para evitar otro «Ultimátum a la Tierra».
P.S.: En nuestra playlist, la declaración y delegación de responsabilidad que cantan Ten Years After, la propuesta a compartir de ABC, y The Police arrasando con lo que quede cuando esto se acabe.